
COLUMNAS
Cuidados sobre ruedas #1
A tu ritmo
Cierro los ojos y recuerdo con claridad mi primer viaje en bicicleta. La noche anterior casi no pude dormir: es que haría por primera vez el famoso camino al Balneario Iporá, que quedaba a 6000 metros de casa. Eran imponentes 6000 metros y no 6 kilómetros porque cuando tenés 6 años todo lo ves más grande. Además, me habían contado que tenía muchas subidas, bajadas y curvas peligrosas, que debía tener cuidado y no ir demasiado rápido.
Mi padre preparó todo. Íbamos solo él y yo. El almuerzo y la merienda estaban listos. Así que bien temprano, antes de que el sol se pusiera fuerte, arrancamos. ¡Qué felicidad! Mi sonrisa casi no entraba en mi rostro… Ya iban 2000 metros ¡y no me cansaba! No sabía que lo duro empezaría solo 500 metros más adelante. Luego de una curva a la derecha, apareció él, el Señor Repecho. Era tan grande que solo de verlo me había cansado. “Vamos despacio, pero no dejes de dar pedal”, me decía papá, y así fue que lo superamos. La bajada estuvo buenísima. La bici iba sola a toda velocidad. Pero de repente… apareció el hermano del otro Señor. Eran igualitos. Papá iba un poquito más adelante, mostrándome que se podía, pero en un momento no pude más. Papá me vio y se bajó de la bici. Se puso a mi lado y lo hicimos caminando. Yo estaba un poco frustrado por no poder, pero en realidad sí estábamos pudiendo, solo que un poquito más lento y caminando.
Antes de empezar a acompañar a alguien debemos comprender que cada persona tiene su camino, su recorrido con sus subidas y bajadas, y sobre todo, su ritmo personal para hacerlo. A veces más rápido, a veces más lento. Es que en la vida cargamos muchas cosas que pesan, pero no todo se ve. Historias, experiencias y vivencias que solo uno sabe.
Si intentamos ayudar a que la persona comprenda o solucione situaciones relacionadas a procesos físicos, emocionales o espirituales y no está preparada o no es el momento para eso, la vamos a quemar, agotar, sacar de ritmo, ya sea por exceso o por falta de estímulo. Esto es algo que personalmente me llevó tiempo comprender y que considero esencial en el cuidado.
Recuerdo que al final de ese último Señor Repecho, mientras seguíamos avanzando se empezaban a ver las puntas de los pinos, de a poquito aparecía el bosque y, en el medio, el lago más bonito que había visto en toda mi vida. Sus colores verdes, celestes y marrones eran hermosos. Por un momento se me fue todo el cansancio. Y lo único que sentía era alivio y felicidad.
Los caminos de la vida no siempre son fáciles pero siempre se pueden transitar. Ojalá podamos ser como mi papá, que entendió mi ritmo y me pudo acompañar.
La vuelta a casa te la dejo a vos.
Feliz viaje.

FREDY OJEDA
Licenciado en Enfermería
Con una sólida formación en la Facultad de Medicina de la Universidad de la República del Uruguay, es exmiembro de la Comisión Directiva de la Sociedad Uruguaya de Medicina y Cuidados Paliativos y consultor de Uruguay en informes para la Organización Mundial de la Salud.
Su compromiso y pasión por la promoción de los cuidados paliativos lo llevaron a fundar Info Cuidados Paliativos Uruguay, que después de cuatro años de existencia se convirtió en Palife, una plataforma digital que impulsa la difusión y formación en esta disciplina.
Desde 2016, Fredy se desempeña en la Unidad de Cuidados Paliativos de la Sociedad Médica Universal en Montevideo, Uruguay.
Es autor del libro Un gusto conocerte, en el que comparte casos reales que resaltan la inolvidable importancia de los cuidados paliativos en la vida de los pacientes y sus familias.
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