COLUMNAS

Bioética para caminantes #3

Bajofondo

Va bailando mi corazón
Siento risa, siento temor
Hay un mundo distinto
Selva y dolor…
La Portuaria – “Selva”

Con frecuencia, en el ámbito de los cuidados paliativos, experimentamos con nuestros pacientes y sus familias situaciones de sufrimiento que abarcan diversos aspectos de la vida; no sólo el dolor físico sino la conmoción que un diagnóstico perturbador o la noticia que la progresión de una patología produce en la vida de las personas. Ese sufrimiento se vuelve el momento vital más importante para la persona que lo padece y es fuertemente disruptivo: sella un antes y un después. El tiempo, que se vivía hasta allí como una corriente constante, se detiene y nos paraliza; palpamos la impotencia de continuar con nuestra propia vida. El sufrimiento, por causa de la enfermedad o por otras causas, aparece como ruptura del hilo narrativo de la propia vida, como necesidad de focalizarse en este instante de sufrimiento, como si ese momento de la vida fuera el único, sin proyección de futuro. ¿Cómo seguir viviendo, entonces? ¿Huir tal vez? ¿Distraernos? ¿Afrontar? ¿Cómo estar presentes en ese momento para quien sufre?

Recordé, como expresión de una situación análoga de extravío y confusión, el primer verso de Dante Alighieri en la Divina Comedia, de la cual Jorge Luis Borges decía que es “una ciudad que nunca habremos explorado del todo”. El verso dice así: “En medio del camino de nuestra vida me encontré por una selva oscura, porque la recta vía era perdida…”. Dante enfatiza que su experiencia de dolor íntimo y de miedo es también colectiva, usando el adjetivo nuestra en lugar de mía: todos hemos transitado por alguna de estas complejas oscuridades y eso nos iguala. ¿Cómo seguir viviendo más allá de esta “selva oscura”? Dante no hará en soledad este camino, que es la historia de una cura. Para ayudarlo a salir de la selva, no se le presenta un sabio o un maestro sino Virgilio, un poeta que no le muestra algún camino secundario que elude la oscuridad. Por el contrario, le propone penetrar en el temido Infierno. Allí, Dante se adentrará en las mil formas del mal y del sufrimiento que evocarán los suyos propios y le mostrarán los innumerables senderos de la autodestrucción.

Selva oscura, Carlos Alonso (2004).

El Infierno, tanto el eterno como los múltiples infiernos que construimos en este mundo, se describe como un lugar hermético y sin esperanza. La Divina Comedia, cima de la hermosa literatura de la Edad Media, época tan poco conocida y tan denostada, nos muestra a Dante, sin embargo, saliendo de la clausura infernal con ayuda de Virgilio. Siempre hay esperanza. La salida da lugar al Purgatorio, espacio de reflexión, de lecturas sucesivas de la propia historia, de nuevas respuestas, de miradas más limpias, de espera del Paraíso en el que Dante desea encontrar a Beatriz, amor anhelado y guía.

En las artes visuales ha habido muchas representaciones de la Divina Comedia; en nuestro medio, las obras elocuentes del pintor mendocino Carlos Alonso, por ejemplo. En ellas, parece haber sido más sencillo imaginar el horror que la felicidad. Pero Dante ensaya imágenes expresivas asociadas a la dicha del Paraíso: la luz que nos envuelve y supera la oscuridad, la música nueva que Dante percibe apenas entra al Paraíso, la bella armonía del deseo espiritual, las mil caras del bien, pero sobre todo la presencia de un rostro, de una sonrisa, la de Beatriz, que rompe la soledad del caminante y le ofrece su mano.

Una obra de la serie Carlos Alonso en el infierno (2005).

En cuidados paliativos, en medio de situaciones de sufrimiento y desconcierto, saber estar presentes y ofrecer la mano al que padece, como profesionales o como voluntarios, con serenidad y con claridad, permite con frecuencia al enfermo encontrar nuevamente la energía para retomar la narración de la propia vida en un momento trascendente de su existencia. Sucede, a veces, con nuestros pacientes, lo que acontece en la Divina Comedia: intentan, y nosotros con ellos, encontrar una humilde senda desde el Infierno a la consumación sabia y amorosa de la propia vida.

 

Podemos preguntarnos:

¿Qué legado nos han dejado nuestros pacientes y sus familias en los itinerarios de acompañamiento?

Isabel Pincemin

Isabel Pincemin

Médica certificada en Cuidados Paliativos | Profesora de Filosofía | Diploma de Estudios Avanzados en Filosofía de la Cultura

Articuló Medicina y Filosofía en los Cuidados Paliativos, que significaron un acercamiento sensible al sufrimiento y la riqueza humana que compartimos en los procesos de enfermar y morir.

Forma parte de los equipos del Centro Universitario Multidisciplinario de Tratamiento del Dolor Crónico y CP del Hospital de Clínicas y del Hospice San Camilo (Olivos).

Le encanta el cine y el contacto con la naturaleza.

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