¿Alguien se puede preparar para morir?

Reflexiones sobre el documental «Hay una puerta ahí», de Juan y Facundo Ponce de León. La autora es reflexóloga especializada en Cuidados Paliativos.

por Maitena Cortázar

26 de febrero de 2025

Como reflexóloga no es lo más común tener una especialización. Se suele atender todo tipo de personas con distintos padecimientos: estrés, dolores en los pies, gestaciones o enfermedades dolorosas, etc.

Sin embargo, hace varios años decidí especializarme en acompañar a pacientes oncológicos y así llegué al mundo de los Cuidados Paliativos. ¿Cómo aprendí? Acompañando. Miré, escuché y vi de cerca muchas historias, en los hospitales o en el consultorio. Siempre pensé que mi “trabajo” se limitaba a la sesión en los pies para esas personas que llegaban en busca de alivio, hasta que aparecieron acompañamientos que duraron años, algunos hasta las horas previas a la partida.

* * *

Cuando supimos que se estrenaba Hay una puerta ahí sacamos las entradas. Ver a Enric “en acción” resultaba sumamente tentador, ver un acompañamiento en primera persona implicaba acceder a algo que sería imposible de ver si no era a través de un registro así, tal vez saciar esa curiosidad mezclada con algo de necesidad profesional. Tratar de comprender cómo lo hacen los que más experiencia tienen, mis referentes, los que más saben.

Para mi sorpresa, me encontré con una película cargada de humanidad, por humano me refiero a lo real, sin escenarios ideales o montados, sin filtros de Netflix, así real como la vida, con ese ritmo errático que pueden tener la vida y la muerte tratando de ver cómo encajan, quién le gana a quién. Pero acá nadie gana, ¿o sí? Por momentos, Enric (el médico) acompañaba a Fernando (el paciente). En otros, Fernando sostenía a Enric. Y así trascendían por mucho el vínculo médico-paciente, en el que una parte espera pacientemente la intervención de la otra. Acá eran dos actores protagónicos siendo atravesados y sostenidos el uno por el otro, solo dependía del día.

En 2019, Fernando Sureda tiene ELA y quiere la eutanasia. Pelea por que salga la ley en Uruguay y por ser el primero en recibirla. En ese camino, tiene una charla por Zoom con Enric Benito, un médico español especializado en cuidados paliativos. La vida les tenía preparada una última sorpresa: una nueva amistad y un viaje final que nadie imaginaba.

Así fue que me encontré recordando a Natalia, a quien atendí, como reflexóloga, una vez por semana durante un poco más de 3 años. ¿Te imaginás todo lo que puede pasar en la vida de una persona? Uff, muchísimo. En mayo de 2020 me llamó su marido y me dijo “El cuadro de Nati empeoró de golpe. El médico me dijo que es cuestión de meses” y así fue que durante el momento de mayor aislamiento, más duro y estricto, gestionamos los permisos necesarios y nos empezamos a ver dos veces por semana. Tuvimos las charlas más amorosas y calmas. A veces sentía que el mundo se había parado para que ella estuviera en paz. Tenía tres hijos y un trabajo que la mantenían siempre activa, pero esos meses fueron de anidar, de cultivar la paciencia y recibir amor.

En esos años nos conocimos muchísimo, hablamos de plantas, música, libros y cuando le tocó el momento de la internación domiciliaria le di todos los gustos. Por ejemplo, siempre le ponía su playlist favorita cuando ella no tenía fuerza más que para sonreírme, o le llevaba plantas de regalo.

El último día que vi a Natalia, supe que era el último. Nadie me lo tuvo que aclarar. No me miró, no me sonrió, no abrió los ojos. No tuve que mirar sus signos vitales. Tenía la certeza de que sería nuestra última vez. Puse su música favorita, le hice la sesión, y solo me salió llorar y agradecer por tanto tiempo compartido. Hicimos juntas una sesión de despedida.

Le avisé a su marido, quien tenía un terror absoluto de que llegara EL momento (siempre me preguntaba ¿Cómo va a ser? ¿Cuándo va a ser? ¿Me voy a dar cuenta para despedirme?). Le dije que esté cerca, que esté con ella. Se fue en la calidez de su hogar, rodeada de su familia y amigos.

Galería de fotos del estreno en Buenos AIres, Argentina (23 de febrero de 2025). Imágenes de: Solange Bendinelli

Siempre pienso que con ella tuve un máster. Nati no fue la primera ni la última persona que acompañé, pero con ella entendí que alguien se puede preparar para morir. Ella tuvo 10 años de trabajo interno e intenso. Entendí que morir es un proceso y que puede suceder en paz y con amor.

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Maitena Cortázar

Maitena Cortázar

Cultura Paliativa

Reflexóloga clínica especializada en Oncología y Cuidados Paliativos.

Vive y trabaja en la ciudad de Buenos Aires, Argentina.

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