COLUMNAS

Bioética para caminantes #2

Sujetos a la conciencia

Hace un tiempo me interesé por las películas basadas en hechos reales y una de ellas me atrajo especialmente porque se enfocaba en situaciones en las que los protagonistas eran confrontados a problemas de conciencia a la vez sutiles y trágicos. A lo mejor me interesaron esas historias cinematográficas porque percibo en las personas que optaron por dedicarse a los cuidados paliativos una conciencia delicada que es sensible al sufrimiento y a los impulsos de la vida en medio de situaciones de enfermedad y muerte.
Sin embargo, la fidelidad a la propia conciencia, aun siendo fuente de paz y armonía interior, es causa de sufrimientos y riesgos.

En una de las películas a las que me refería, Una vida oculta, de Terrence Malick, un campesino austríaco, Franz Jägerstätter, se convierte en objetor de conciencia durante la Segunda Guerra Mundial cuando se niega a luchar con los nazis. A pesar de sufrir el acoso de sus vecinos, que lo acusan de falta de patriotismo, sostiene su opción y es encarcelado. ¡No les voy a contar el final! Sea cual sea, sepan que Jägerstätter mantiene su fe inquebrantable. En el cine de Malick conviven magistralmente la luz dorada de las montañas con la elección de Franz, que no es simple. La belleza de los paisajes es magnética y hay luz en todo el ambiente: te lleva a desear caminar por esas montañas inmensas y acostarte en el pasto para contemplar cada nube. A la par, Malick escenifica las raíces y el costo de esta decisión de Franz con una serie de preguntas filosóficas. ¿Es justo dejar a tu familia en una situación de desamparo con tal de defender tu visión de la bondad? ¿Tiene que ver el orgullo en la decisión? ¿De qué sirve un sacrificio tan grande si su impacto va a ser tan pequeño? ¿Hasta dónde puede llegar la fuerza de voluntad? ¿Es aceptable ceder en una situación así? ¿Es justo implicar a otros en nuestras decisiones? ¿Podemos tolerar la soledad de nuestras elecciones?

En nuestro pequeño mundo cotidiano tal vez no nos veamos confrontados a situaciones tan extremas, pero nuestra conciencia está allí y es nuestra crítica constante de lo que queremos ser, nuestro espacio íntimo de libertad y compromiso, nuestra generadora de pequeños (o grandes) cambios.
Hace unos años, en confrontación con los sistemas autoritarios, se instauró el Premio Sájarov a la libertad de conciencia. Recordaremos, seguramente, a una de las premiadas en 2013, Malala Yousafzai, activista pakistaní por los derechos civiles y la educación de las mujeres. Opciones aparentemente pequeñas que logran gran impacto, como las de Cicely Saunders.
Malick cierra su obra con una cita de la poetisa George Eliot: “Pero el efecto de su ser en los que tuvo a su alrededor fue incalculablemente expansivo, porque el creciente bien del mundo depende en parte de hechos sin historia, y que las cosas no sean tan malas para ti y para mí como pudieran haber sido se debe en parte a los muchos que vivieron una vida oculta, y descansan en tumbas no visitadas.”

¿Qué gestos pequeños, qué “hechos sin historia” están contribuyendo a que los cuidados paliativos expandan su efecto benéfico sobre muchos pacientes y familias?

Isabel Pincemin

Isabel Pincemin

Médica certificada en Cuidados Paliativos | Profesora de Filosofía | Diploma de Estudios Avanzados en Filosofía de la Cultura

Articuló Medicina y Filosofía en los Cuidados Paliativos, que significaron un acercamiento sensible al sufrimiento y la riqueza humana que compartimos en los procesos de enfermar y morir.

Forma parte de los equipos del Centro Universitario Multidisciplinario de Tratamiento del Dolor Crónico y CP del Hospital de Clínicas y del Hospice San Camilo (Olivos).

Le encanta el cine y el contacto con la naturaleza.

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