
COLUMNAS
Death techs: una mirada antropológica #1
Una mirada antropológica sobre la muerte
Cuando alguien piensa sobre la experiencia humana de morir, casi siempre viene a la mente la idea de que existen tantas formas de enfrentarse a la muerte como personas en el mundo. Y esto, en un sentido, no es algo del todo errado. En efecto, existe un abanico potencialmente ilimitado de posibilidades a la hora de dar sentido a un fenómeno tan complejo como el de ser seres conscientes de su propia finitud. Pero, por otra parte, la muerte como tal siempre nos invita a reflexionar acerca del carácter colectivo y social de nuestra existencia. Y aquí es donde damos el paso desde una perspectiva subjetiva sobre el morir hacia la necesidad de entenderla como un hecho cultural. Porque, aunque también vivimos individualmente los efectos que la muerte y el duelo tienen sobre nosotros, los sentidos con los cuales podemos asociarla se construyen a partir de los sistemas culturales de las sociedades de las cuales formamos parte.
Este es, en parte, el porqué de la necesidad de tener una mirada antropológica sobre la muerte. Pensar antropológicamente cualquier fenómeno implica, en gran medida, desarmar los sentidos comunes asociados e intentar comprender cómo la forma en la que se manifiesta específicamente en un grupo humano se vincula con las características culturales propias de esa sociedad. Aplicar este tipo de reflexión a nuestra forma de vincularnos con la muerte nos permite entender qué tiene de específica la manera en la experimentamos el morir en nuestra cultura y cómo esto está ligado a las demás dimensiones de nuestro cotidiano. De hecho, existe una rama específica de la antropología cultural —la Antropología de la muerte—, que se dedica puntualmente a analizar cómo las diversas culturas humanas lidian con el fenómeno de morir y duelar.
Actualmente, nos encontramos en un contexto de globalización y tecnologización de la vida social que ha generado que la forma en la que lidiamos con la muerte en nuestra cultura se encuentre intervenida por nuevas dinámicas cuya propia velocidad de aparición y desarrollo no nos permite tener el tiempo de sentarnos a reflexionar críticamente. ¿Hay que esperar hasta tener una “distancia epistemológica” suficiente, como acostumbramos, o estos nuevos desarrollos veloces implican repensar los tiempos y las formas de análisis, reflexión e intervención? ¿Debemos sentarnos a esperar los impactos de tecnologías que ya producen efectos en nuestra forma de ver la vida y la muerte cuando aún no han terminado de aparecer? Quizás el primer paso sea identificar estas tecnologías, observarlas, deconstruirlas, ponerlas en contexto con la simple finalidad de entenderlas. Comprender que, después de todo, hemos sido los seres humanos quienes las hemos creado.
Podemos deducir, a partir de ramas de la ciencia como la Antropología de la muerte, que los sentidos sociales que asignamos al morir (sean o no reflexivos) se construyen colectivamente y en vinculación directa con todas aquellas tecnologías —en un sentido amplio de la palabra tecnología— que nos rodean. Como seres humanos que forman parte de una sociedad occidental moderna, hemos atravesado cuestiones que van desde la invención del antibiótico hasta el respirador artificial, tecnologías que han prolongado más allá de la imaginación nuestra capacidad de vivir y que nos han generado tantas preguntas y reflexiones en torno a qué significa morir y, en consecuencia, cómo debemos despedirnos de quienes ya han enfrentado esa experiencia.
Hoy la tecnología vuelve a invadir nuestras vidas. La inteligencia artificial avanza a pasos agigantados en un mundo donde la clonación y la modificación genética son posibilidades palpables. Frente a este escenario, una mirada antropológica de la muerte nos permite hacernos algunas preguntas clave en la comprensión de cómo estos fenómenos modifican y construyen nuevas maneras de lidiar con nuestra mortalidad. ¿Es morir un devenir o una práctica, plausible de ser perfeccionada, ajustada? ¿Es posible desarrollar aplicaciones para celular que nos ayuden a cultivar una conciencia de finitud? ¿Puede la inteligencia artificial ser entrenada para “reemplazar” a un ser humano fallecido, o para sostener su legado o memoria más allá del tiempo que ha vivido? ¿Podemos construir nuevas formas de duelar a nuestros seres queridos en las cuales intervengan las redes sociales, la virtualidad o la realidad aumentada? ¿Qué nuevas maneras de despedir a quienes mueren se pueden pensar a partir de las nuevas tecnologías? Y, quizá con un poco más de profundidad filosófica, ¿dónde está el límite de lo humano en todo esto? ¿Puede morir un androide comandado por inteligencia artificial?
Es aquí donde reflexionar antropológicamente sobre el morir hoy nos es útil para comprender los límites siempre dinámicos de nuestra condición humana. Vivir conscientes de nuestra finitud en un mundo cada vez más global y tecnológico nos lleva a la necesidad de pensar creativamente cómo podemos lidiar con esta dimensión de nuestra existencia. Hoy, la negación de la muerte de mediados del siglo pasado va dando lugar a experiencias que intentan reincorporarla dentro del cotidiano de la vida social (sin que esto signifique necesariamente una “vuelta” a valores tradicionales). La idea de tener una mirada antropológica sobre la muerte es una invitación constante no solo a estar atentos a aquellas cuestiones que modifican y construyen nuevos sentidos sociales sobre el morir, sino a reflexionar críticamente sobre estos como una forma de comprender a dónde nos llevan como humanidad (y guiar ese rumbo, por qué no, por caminos que nos parezcan los correctos). Mirar antropológicamente la muerte, en un mundo tan global y tecnologizado, implica no perder aquello que, quizá, nos define como seres humanos: la capacidad de reflexión sobre nuestras propias prácticas.
En esta sección de Cultura Paliativa, que denominamos Death Techs: una mirada antropológica, nos dedicaremos a pausar la mirada sobre algunas de estas tecnologías (las que están disponibles y las que vayan surgiendo), para tratar de atisbar qué gestos humanos, qué necesidades, qué miedos podemos reconocer en su surgimiento, cómo ayudan a vincularnos saludablemente con el morir o cómo entorpecen procesos con fines comerciales o de aprovechamiento de la situación de vulnerabilidad en la que el morir nos pone como cultura occidental.

DARÍO IVÁN RADOSTA
Doctor en Antropología
Oriundo de General San Martín (provincia de Buenos Aires, Argentina), después de un secundario dedicado a la electrónica, decidió probar suerte en la Antropología, para buscar respuesta a las preguntas que se venía haciendo hacía tiempo. Se dedica a investigar las prácticas de cuidado en final de vida dentro del movimiento hospice en Argentina. En 2022 presentó su tesis doctoral, en la cual continuó intentando entender la forma en la que los seres humanos nos vinculamos con el morir.
Participa de varios proyectos de investigación dedicados a promover la (re)inclusión de la muerte dentro del cotidiano de la vida social. Además, es docente en la Universidad Nacional de San Martín y en la Universidad Favaloro. En su tiempo libre intenta jugar al hockey y de a ratos se dedica a su pasión no académica: tocar el piano.
Su proyecto de difusión: Hablemos de morir
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