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Death techs: una mirada antropológica #2

¿Vuelvo enseguida?

¿Quién no ha deseado, alguna vez, volver a encontrarse con algún ser querido que ha muerto? ¿Por qué nos duelen tanto esas muertes abruptas, que rompen con la rutina, y que no nos dan tiempo siquiera a despedirnos? Si bien revivir a una persona fallecida es un acto fuera de nuestro alcance (al menos por el momento), la ciencia ficción, de la mano de la serie Black Mirror (disponible en Netflix), nos permite reflexionar acerca de la continuidad de los vínculos después de la muerte, en una época en que los humanos ya no somos los únicos guardianes de la memoria. 

El episodio de 2013 Be right back (algo así como “Vuelvo enseguida”) nos presenta a Martha y Ash, una pareja británica con una vida relativamente tranquila. La crisis se desata, sin embargo, cuando Ash no regresa de uno de sus viajes cotidianos. Se da a entender que falleció en un accidente automovilístico. Y es aquí donde comienza un nuevo capítulo para Martha: deberá aprender a convivir con el hecho de que su compañero de vida ha fallecido de forma repentina (¿o es posible acaso vivir negándolo?).

La narrativa nos muestra cómo, a lo largo del tiempo, Martha apela a diferentes dispositivos tecnológicos para “comunicarse” con Ash. Primero vía chat y luego por teléfono (a través de una IA que ha compilado las formas de expresión de su pareja almacenadas en sus dispositivos e interacciones), y, finalmente, comprando un androide que se asemeja bastante a Ash, pero no es él.

Nos encontramos con el caso de una persona que, mientras se aleja de sus seres queridos, deposita en la tecnología la esperanza de poder reconectar con aquella persona a quien amó. Cabe preguntarnos (más aún teniendo en cuenta que actualmente la tecnología puede ocupar ese lugar en nuestras vidas, ya que existen IA capaces de “reemplazar” a seres fallecidos): ¿se encuentran alineados estos dispositivos con la necesidad humana de transitar el duelo, o sea, de asumir la pérdida que se ha generado, y de ir encontrando el nuevo lugar que ocupa esa persona en nuestras vidas? Esta imposibilidad de Martha de asumir la pérdida se ve reflejada en el hecho de que, por momentos, proyecta en los objetos físicos la existencia de Ash. El celular por el que habla con él se vuelve él, al punto que sufre nuevamente la pérdida cuando, por un descuido, se le cae el teléfono al suelo.

Pero la protagonista también se ve conflictuada por este proceso. La IA que reemplaza a Ash se alimenta de la información que él volcaba día a día en sus redes sociales. ¿Es ese el recuerdo que tenemos de la persona que ya no está? ¿O son también los conflictos, las íntimas vulnerabilidades y lo que nos hace sentir estar con quienes amamos lo que los hace quienes son? ¿Es posible almacenar una emoción? Martha ve en su nuevo androide una versión pulida de su difunta pareja. No es completamente él, no tiene la profundidad de un humano real. Es un filtro de todo lo que se ha publicado “para los demás” en las redes sociales. No discute con ella, no la contradice en nada, no sabe captar las sutilezas de los juegos íntimos que tenían.

Frente a nuestra dificultad para asumir las permanentes pérdidas que nos plantea la muerte de nuestros seres queridos, ¿tiene sentido intentar captar en una nube de datos toda la complejidad de la condición humana?

DARÍO IVÁN RADOSTA

DARÍO IVÁN RADOSTA

Doctor en Antropología

Oriundo de General San Martín (provincia de Buenos Aires, Argentina), después de un secundario dedicado a la electrónica, decidió probar suerte en la Antropología, para buscar respuesta a las preguntas que se venía haciendo hacía tiempo. Se dedica a investigar las prácticas de cuidado en final de vida dentro del movimiento hospice en Argentina. En 2022 presentó su tesis doctoral, en la cual continuó intentando entender la forma en la que los seres humanos nos vinculamos con el morir.
Participa de varios proyectos de investigación dedicados a promover la (re)inclusión de la muerte dentro del cotidiano de la vida social. Además, es docente en la Universidad Nacional de San Martín y en la Universidad Favaloro. En su tiempo libre intenta jugar al hockey y de a ratos se dedica a su pasión no académica: tocar el piano.

Su proyecto de difusión: Hablemos de morir

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